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Áreas de Naturaleza Protegida

*Por Enzo Culasso Orué

En los tiempos que corren, la madre Naturaleza nos llama a reflexionar sobre nuestro modo de vivir y estar en el mundo.

Asistimos a un cambio de era geológica, denominada por los científicos el “Antropoceno”, la era donde una sola especie -el humano- logró modificar la vida y ecosistema de todos los seres con los que comparte la existencia. Al punto tal de generar cambios en el clima del planeta.

Quizás nuestros padres, madres y abuelos no pensaron que nuestra especie sería capaz de tanto. Más aún, de este lado del planeta donde la naturaleza parecía ocuparlo todo. Hemos cambiado la realidad a una velocidad inconmensurable. En menos de un siglo pasamos de ver la naturaleza como algo de lo que teníamos que protegernos, a ser la naturaleza a la que debemos proteger de nosotros mismos.

Cuando apreciamos una imagen satelital del relieve de la Tierra, vemos como la mano del ser humano ha cambiado destinos: donde antes vivían innumerable cantidad de aves, animales y plantas, hoy con suerte vemos pequeñas franjas de ese paisaje. En su lugar, bosques rectangulares de una sola especie gobiernan los territorios.

Ante panorama de tal magnitud, se abren espacios de luz, refugios para la posibilidad de un futuro. En este sentido es que entendemos la función que las áreas naturales protegidas cumplen para la estabilidad de nuestros ecosistemas, de los que nosotros también formamos parte, y que contribuyen a nuestra propia supervivencia.

Las reservas son espacios donde la diversidad de la vida y la cultura se funden, en una necesaria interdependencia. Históricamente, del modo en que apreciamos y nos relacionamos con la naturaleza se crean y recrean múltiples y diversas sociedades, relaciones que también hacen a la identidad y memoria de los pueblos.

Cada vez con mayor frecuencia vemos que médicos y médicas de todo el mundo recetan paseos por la naturaleza, ya que la fuente de un sinnúmero de patologías tiene su raíz en una civilización que vive separada de la madre Tierra.

La conservación de espacios naturales, en la multiplicidad de sus formas, es hoy un imperativo para la sostenibilidad del tejido de la vida, del cual nosotros somos una hebra más. 

Entre estos sentidos paisajes se albergan ecosistemas de los más biodiversos, donde el agua, protagonista esencial de la vida, tiene espacio para filtrarse y almacenarse. Los humedales son el nido de innumerables especies acuáticas, aves, mamíferos y plantas que vienen migrando desde lo alto de la Cuenca del Plata, no entendiendo de fronteras, circulando como la sangre por nuestras venas.

En la inteligencia de preservar los bienes comunes para las generaciones futuras, nuestro Estado ejerce el control y potestad sobre el territorio provincial, en su artículo 85 la Constitución de Entre Ríos dice que “El Estado propicia por ley la creación de áreas protegidas, sobre la base de estudios técnicos. Reconoce el derecho de sus propietarios a recibir compensaciones económicas y exenciones impositivas, en su caso” como también “asegura la gestión sustentable y la preservación de los montes nativos, de las selvas ribereñas y de las especies autóctonas, fomentando actividades que salvaguarden la estabilidad ecológica. El propietario de montes nativos tiene derecho a ser compensado por su preservación”.

Para que nuestros ecosistemas sigan purificando agua y aire, pedimos que en Entre Ríos sean realmente protegidos estos espacios de naturaleza, para ello es necesario que se creen las áreas de gestión y coordinación necesarias, así como que se dispongan los recursos económicos y las personas capacitadas que se precisen para una efectiva protección de estos preciosos territorios.

*Abogado, miembro del equipo ejecutivo de CAUCE.

26/03/20

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